viernes, 26 de abril de 2013

Visibilidad Lésbica II: ¿Y tú, cuándo descubriste qué eras lesbiana?


Y tú, ¿cuándo descubriste que eras lesbiana?

Segunda entrega de la miniserie  "Visibilidad lésbica"

Y con esta simple, pero desconcertante pregunta, la gente quiere entrar en tus entrañas y conocer más de tí que tú misma. Y digo yo, que no quiero ponerme quisquillosa pero, “y tú, ¿cuándo te diste cuenta que eras heterosexual? Porque es muy fácil exigir al que se sale de “la norma”, -que no es más que no seguir el maldito camino de baldosas de mierda que esta sociedad heteropatriarcal te obliga a seguir- el “por qué” de sus decisiones o su estilo de vida, pero nadie se mira el propio ombligo para analizar por qué ellos sí siguen a pies juntillas lo considerado “normal”, “correcto” o cualquiera otra de esas palabruchas que significan más por las connotaciones culturales que contienen que por su significado original.

Antes de empezar a desgranar esta absurda pregunta que, por cierto, suele hacerte la gente, “sin ninguna maldad”, quiero explicar las dos circunstancias totalmente opuestas en la que ésta suele plantearse. La primera tiene lugar cuando el típico garrulo de “güiski” en mano, que a las cuatro de la madrugada se ha dado cuenta que no tiene ninguna “posibilidad” contigo, -y no sólo se ha dado cuenta de esto porque le has dicho 3 mil veces que eres lesbiana, sino por las otras 3 mil que te ha pillado mirando a la misma chica que él y las 3 mil siguientes que has dedicado a mandarlo a la mierda por insistir en lo de “sus fantasías sexuales” y la posibilidad de probar con un hombre- decide que ya que no van a tener sexo pues eso, que va a responder las incógnitas que le han surgido de repente sobre las causas del lesbianismo, a costa de tu paciencia, y te la suelta así, cual antropólogo perdido en medio de la selva, intentado buscar resultados para sus estudios.

La segunda circunstancia en la que suele darse esta cuestión es el entorno más cercano: amigas/os, madres, hermanas/os… Y suelen prolongar el planteamiento de la misma más por el temor a escuchar algo que les supere, ¡lo desconocido! o a refutar sus hipótesis, que por las ganas que tienen de hacerla. Evidentemente, aquí no incluyo a esas madres que sabían que eras lesbiana antes que tú y que te miran con cara de “¿no, en serio, no se te veía el plumero?” y añaden un “yo ya lo sabía”. ¡Coño, mamá!, ¿si lo sabías por qué no me ahorraste tantos años de investigaciones en foros de internet, de chatear con gente atormentada y de fingir ser quien no era? En fin.
 
Viñeta de la Serie 2008
"La madre informadora"
Asimismo, y teniendo en cuenta que este texto es fruto de mi vivencia personal, que puede parecerse a la de muchas aunque con matizaciones, creo que es preciso tener en cuenta el contexto del descubrimiento de este apetito por las mujeres, entiéndase, lesbianismo.

En la década de los 80 principio de los 90, que es la época de la que esta ebria tabernera de feminismo proviene, las lesbianas NO existían. Sí, es duro decirlo, pero no existían. Podía hablarse de tu tía la del pueblo que como no quiso casarse vivía con su amiga desde hacía la friolera de 40 años; estaba tu prima que acudía a todas y cada una de las reuniones familiares con su compañera de piso y tú te preguntabas, ¿oye, pero qué pasa, es que esta chica no tiene su propia familia? Y sí, claro que la tenía pero a esos acontecimientos era tu prima la que la acompañaba. También podías encontrarte con aquella vecina del tercero, que te sacaba unos 8 años de edad, y que tenía un aspecto que se ajustaba más a lo que a tí te habían enseñado que era “propio de hombres” –lo que ahora llaman “jugar con los géneros”- con la que te cruzabas a menudo en el portal de tu edificio hablando siempre con alguna que otra chica… -y a la que mirabas de manera entre curiosa y lasciva, aunque probablemente esto lo hayas descifrado con los años-.

En esta época no existía la actual cantidad de redes sociales, ni de medios de comunicación, ni era tan fácil buscar películas clasificadas por temática “lésbica”. Resumiendo, que si querías conectarte a la red como medio para resolver tus dudas, tal y como se hace en la actualidad, tenías que esperar a que fueran las 18:00 horas, comenzara la tarifa plana y, lo mejor, esperar a que todos los miembros de tu familia se fueran a dormir para empezar navegar sin límites.

Dicho lo cual, aquellas personas que tengan un mínimo de “pisqui” se habrán dado cuenta que ¡claro!, las lesbianas existían, pero la invisibilidad, el silencio, la negación eran tan brutales que no llegué a escuchar la palabra, que ahora suelo gritar, ¡LESBIANA!, hasta que rondé los 12 ó 13 años. Tiempos duros aquellos.

Hechas las aclaraciones pertinentes presentaré a continuación una guía explicativa a la que he decidido llamar “El ciclo de la lesbiana, sal del armario y ven a unirte a tus hermanas”. Como dicho esquema es un compendio de mi experiencia personal, de lo que me han contado mis amigas lesbianas -¡sí, somos muchas!- y de la creatividad que me invade quiero que quede claro lo siguiente:
 
"El amor es como un tango: cosa de dos"
Viñeta de Elena punto G.
Primero, las fases no tienen por qué seguir un orden lineal. Es decir, puede que estos acontecimientos te hayan ocurrido antes o después, o simplemente que no te dieras cuenta en su momento y lo descubrieras con el paso del mismo. Y, segundo, también es probable que te hayas saltado alguna de las fases o que, simplemente, no hayas llegado a ellas. A las que estén en este último caso las animo a completar la lectura pero, sobre todo, a llevarlas a cabo.


Etapas del descubrimiento del lesbianismo.

Etapa nº1: Queridos Reyes Magos. Queridos Reyes Magos este año he sido tan buena que quiero mi recompensa en forma de pelota, coche teledirigido, escalextric o cualquier otra cosa que estimule mi creatividad y mis ganas de jugar y competir. En serio, gracias por las Barbies, las muñecas, los bebés que lloran y se cagan y que me impiden disfrutar de mi tiempo de diversión, también gracias por las cocinitas, y los unicornios de años anteriores. Gracias de verdad pero, por favor, traedme lo que me gusta y no aquello que dicen los adultos que es con lo que debería jugar.

Etapa nº2: Mamá, quiero ir en pantalones. Superada la etapa de los reyes magos y después de haber reforzado tu creatividad diseñando tus propios juguetes o, simplemente, acaparando los de tu primo, empiezas a preocuparte por tu aspecto físico. “No, mamá, no me gusta esa falda de tablas, ni ese trajito blanco que te enfadas si lo mancho, ¡pero es que es blanco!”. En esta etapa queremos el confort de unos pantalones y tenis que nos permitan correr, jugar, saltar, ser las más rápidas en las carreras, escalar árboles, escalar montañas de tierra o es que, simplemente, no nos acaba de convencer la ropa de la "sección femenina". Incluyo aquí todo lo relativo al pelo: la media coleta, las dos coletas, las trenzas y demás peinados que aunque “muy coquetos” incomodan y cuando sudas hacen que se te pegue el pelo a la cara. No, gracias.

Etapa nº3: Me pido hacer de chico. Esta etapa es propia de niñas de colegio de monjas o de aquellos en las que no había niños. Ante la inexistencia de los mismos y la obligatoriedad de cumplir el patrón heterosexual hombre-mujer en cualquier actividad del centro, siempre había alguien que debía interpretar el rol de hombre. ¡Uh, qué difícil! Aún recuerdo la cara de algún que otro profesor cuando mi amiga yo interpretábamos una de estas parejas y la llevábamos a límites de besuqueo, con una mano entre las bocas, claro, pero que causaban un estupor incontrolable en el profesorado y nosotras sin saber por qué.

Pregunta: ¿por qué las monjas preferían ver a una mujer vestida de hombre para las representaciones teatrales que a parejas de dos niñas/mujeres qué es lo que éramos de verdad? Hipocresía.

Portada revista "Súper Pop"
Años 80.
Etapa nº4: ¿De verdad es tan interesante hablar de chicos? En esta etapa comenzaban a irrumpir las hormonas y, sobre todo, las respuestas a las exigencias de las personas adultas sobre que a las chicas nos debían gustar los chicos. Por ello, las niñas llevaban a la escuela revistas como “La Super Pop” o "Vale" y las leíamos a escondidas. Mientras esto ocurría tus amigas suspiraban señalando las caras de chicos atolondrados que les gustaban los cuales, por cierto, eran más afeminados que tú y tal y como confirmarías con los años, eran gays… ¡Mirad qué feliz es ahora Ricky Martín! En estos casos una se limitaba a leer el horóscopo, el apartado de sexo y, sobre todo, a ver a las protagonistas de series y las cantantes más por parecer que te implicabas en el juego que por interés.

Etapa nº5: Xena, la Princesa Guerrera. O la conocida por mi madre como “Xena, la princesa bollera”. ¡Cuánta felicidad supersónica se apoderó de nuestros cuerpos al descubrir a aquella guerrera, de aspecto rudo a la par que sexy, que podía hacer frente a un ejército de 100 hombres y, además, iba acompañada de su inseparable “amiga” Gabriel!, la rubia a la que durante muchas temporadas consideramos un lastre… ¡yo le hubiera sido más útil en las batallas! Qué emoción ver a dos amigas luchando, compartiendo su vida sin necesidad de hombres y cuántas cosas se removían por dentro. ¿Por qué? Algo intuíamos, pero al no existir la palabra LESBIANA ni ningún otro referente en la vida real pues eso, a devanarse los sesos y a disfrutar de la multitud de conflictos internos. ¿Por qué Xena besa a Ares si su relación, en el capítulo anterior, estaba tan bien con Gabriel?

Xena besando a Gabriel para resucitarla.
 ¡Sospechosamente lésbico!
Etapa nº6: El enamoramiento. Ahora sí que la adolescencia hace acto de presencia y comienza la etapa de “cada oveja con su pareja”, esto es, cada chica debía tener un novio, o al menos, un intento de ello. En esta punto, las lesbianas, absolutamente faltas de interés en este campo, preferíamos pasar las horas escuchando a aquella amiga, que en tus sueños iba a ser la mujer de tu vida –que quede claro- sobre lo mal que la trataba el chico que le gustaba. Este hecho no sólo reforzaba tu idea de que los hombres no eran lo que te querían vender sino que, en el fondo, te hacía reflexionar sobre el tipo de trato que nunca le darías a una chica.

Etapa nº7: La bisexualidad. Toda lesbiana que se precie, -generalización-, antes de salir del armario tiene que pasar por la etapa de la bisexualidad, así de simple.  No por una cuestión de creerlo realmente sino por la necesidad de conocer la reacción, principalmente, de tus amigas. Si se contrariaban… siempre quedaba alguna pequeña esperanza para ti recurriendo a la bisexualidad. Y es por eso que muchas nos dedicamos a “enrollarnos” con chicos bajo la premisa siguiente “¿Si no has probado algo cómo sabes que no te gusta?”. Y por culpa de esta estupidez sacada de frases como “¿si no has probado el pescado como sabes que no te gusta?”, catamos a más de un varón. O sólo uno y suficiente.

Etapa nº8: ¡Joder, soy lesbiana, que nadie lo note! Porque sí, porque una vez que has pasado la etapa de la bisexualidad y has obtenido los resultados de tus investigaciones te das cuenta que te gustan las mujeres y, sin quererlo, un día de fiesta loco besas a una de tus amigas, o a alguna desconocida en un bar, jaleada por tu grupo, que están más motivadas por el atrevimiento que por dar respuesta a las incógnitas que te atormentan. Y así, besas a la primera chica y… ¡¡¡DIAGNÓSTICO: LESBIANA!!! En esta etapa, en la que ya simplemente te limitabas a no hablar de chicos, tu objetivo consistía en que nadie se diera cuenta de a quién estabas prestando atención en realidad. Entiéndase tu mejor amiga, aquella chica con la que te encontrabas a diario en el autobús para ir a clase o, simplemente, a la presentadora de algún telediario.

Etapa nº9: Lesbiana, porque me gusta y me da la gana. Esta etapa suele producirse cuando se abandona la educación obligatoria y tienes que entrar en contacto con nuevos grupos de personas -instituto, universidades, cursos, empleos...-.  Empiezas a conocer gente nueva que no sabe nada de tu pasado y a la que no tienes que presentar ningún tipo de excusa y, ¡oh gran destino! descubres que… ¡no eres la única! 

Llegado a este punto sólo te queda conocer a una chica, o a dos, o a tres... y así hasta infinito y disfrutar de la vida con total plenitud, sin armarios, sin ocultarnos y llamando a las cosas por su nombre. 


Firmado: Una lesbiana.


Si te han gustado las fases del descubrimiento del lesbianismo no te pierdas siguiente capítulo: "Las lesbianas en el Sistema Sanitario"

Y para acabar este nuevo capítulo, con motivo del Día de la Visibilidad Lésbica un clásico:

"Soy lo que soy", Sandra Mihanovich.


PD: Pido disculpas si en alguna de las etapas alguien considera que he abusado de los estereotipos de género pero así son las cosas y así se las hemos contando.

miércoles, 24 de abril de 2013

Visibilidad Lésbica: Parte I.

El 26 de abril de 2013, se celebra el Día de la Visibilidad Lésbica en España.

Lo que iba a comenzar como un simple artículo sobre la celebración del día de la visibilidad lésbica se ha convertido en una "misierie" de post sobre el cuál conocer el invisible, a la par que fascinante mundo de las mujeres lesbianas.

¿Qué es eso del Día de la Visibilidad Lésbica?

En el año 2008, desde la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales, se propuso esta iniciativa por primera vez y, desde entonces, diferentes organizaciones y colectivos que promueven y luchan por los derechos LGTB realizan todo tipo de acciones para conmemorar este día. 


Invisibilidad de las lesbianas. Tira de
labroma.org

El objetivo de dicha convocatoria es reivindicar la necesaria salida del armario de las lesbianas para poder vivir plenamente nuestra vida, y más concretamente, nuestra sexualidad. Así, desde el manifiesto LGTB se insta a las lesbianas a alzar la voz porque "siendo visibles ganamos todas, ganamos más referentes, más salud, más libertad, más placer, más plenitud. Siendo visibles podemos exigir a las instituciones un compromiso público y firme de apoyo a la visibilidad lésbica adoptando las medidas necesarias para que nos dejen desarrollarnos plenamente en el entorno familiar, laboral, sanitario, educativo y social, de una manera real".


¿Pero no existe ya un "Día del orgullo gay"?

No confundamos términos. El 28 de junio se celebra todos los años el "Día Internacional del Orgullo LGTB". Otra cosa es que los medios de comunicación en su afán por simplificar y etiquetarlo todo y/o en su defecto, distorsionar la realidad, se empeñen en llamarlo "Orgullo Gay" y en resumirlo en un vídeo de la Gran Vía de Madrid en el que salgan cuatro carrozas llenas de homosexuales -rara vez lesbianas-, bailando y bebiendo, y acompañadas por Parada, Jorge Javier Vázquez y otros esperpentos de la farándula española.

El día del orgullo LGTB, se reivindica, se conmemoran los logros alcanzados tras años de lucha que incluyen sufrimiento personal, represiones policiales y legales y, hasta la muerte; se presentan informes y datos sobre los retrocesos, fundamentalmente a nivel legal, que este gobierno fachoso que nos somete está permitiendo sin ningún tipo de pudor, etc. Pero, además, se sale a la calle y se manifiesta uno de la manera que le da la gana, con un colectivo, con su familia, con sus amigas/os... o sola/o e intenta disfrutar de la tranquilidad que pueden llegar a dar algunos logros que a distintos niveles se han conseguido. 

Pero no nos engañemos, que La Constitución diga que todas las personas somos iguales ante la Ley, no significa que la sociedad nos trate de manera igualitaria. El desconocimiento, los prejuicios, la cultura y, ¡cómo no! la Iglesia se han propuesto ser los principales abanderados de la "lgtbfobia", de la discriminación, de relegarnos a las mujeres en general, y a las lesbianas en particular, a un segundo plano en el que, obviamente, no pensamos quedarnos.

Año 2013. Dos amigas deciden besarse en Francia en una concentración
contra el matrimonio entre personas del mismo sexo.


Hechas las escuetas aclaraciones sobre qué es el día de la visibilidad lésbica, qué persigue y por qué se celebra un día diferente al del orgullo LGTB quiero centrarme en varios puntos.

Anulando prejuicios.

  • Las lesbianas No somos mujeres que nos sentimos hombres.
  • Las lesbianas No somos mujeres tan feas que como los hombres no nos quieren nos acostamos con otras mujeres. Añado esto porque es una ¿explicación? que utilizan muchas personas para justificar o dar lógica a aquello que no entienden. Y pregunto, ¿qué demonios te hace pensar que si prefiero mantener una relación íntima con una mujer, en vez de con un hombre, es porque no he tenido la posibilidad de "acceder" a uno de estos especímenes? Me duele tener que decírtelo pero sí, las mujeres, y en este caso las mujeres lesbianas, tenemos la capacidad de decidir por nosotras mismas lo que queremos y lo que no y actuar en consecuencia.
  • Las lesbianas NO odiamos a los hombres. Y aquí matizo, a algunos sí, pero no por ser hombres, sino por ser machirulos retrógrados que creen saber lo que les conviene a la humanidad pero cuando llegan a sus casas precisan de la inteligencia de las mujeres con las que están casados para que les cosan un botón. A esos, insisto, sí los odio. Y los cardenales, y a políticos falangistas...
  • Las lesbianas NO somos hombres castrados. En serio, lamento tener que decírtelo, pero no somos hombres castrados ni soñamos con tener nuestros órganos de reproducción al aire -eso no debe ser del todo higiénico-. Esto es verídico, espero que no estés sufriendo pero... en caso de precisar de algún artilugio para determinado juego sexual que jamás entenderías existe un completo mercado al que podemos acceder y que se adapta mucho mejor a nuestras necesidades de lo que puedas llegar a pensar. Por ejemplo: "Los Placeres de Lola". 
  • Nos importa lo que viene siendo una m***** que tu fantasía sexual consista en montarte un trío con dos lesbianas. Esta la añado como resultado de las diversas ocasiones en las que he estado besando a alguna otra lesbiana -o eso decían ellas- y un fulano se nos ha acercado para contárnoslo. La primera vez no estuve rápida pero la segunda no quedó más que decir... "y mi fantasía sexual es que los capullos integrales como tú no existan, pero, ¡ya ves! el mundo no puede ser perfecto".
  • Las lesbianas NO somos las que salen en las películas porno hechas por y para hombres. Esta, aunque de las últimas, es importante, porque lo que excita a un hombre no suele ser lo que nos excita a las mujeres y este tipo de películas están adaptas a sus "impulsos" sexuales, no a los nuestros. Por ello, querido amigo, déjame decirte algo. Si las lesbianas tuviéramos el tipo de relaciones sexuales que aparecen en este tipo de vídeos, primero, cada vez que lleváramos a cabo una relación sexual estaríamos más pendientes de que viniera el cámara a grabarnos para que tú pudieras verlo que en disfrutar. Y, segundo, si las lesbianas tuviéramos sexo con las uñas de 25 cm que aparecen en este tipo de películas nos podríamos ahorrar nuestras anuales citologías para ver como va el maravilloso ecosistema de nuestras vaginas. -Anuales antes de que los recortes acabaran con todo, quiero decir-.
  • Las lesbianas NO somos lesbianas porque no hemos encontrado el hombre adecuado. Con esta, no voy a a entrar en explicaciones pues pienso dedicarle un post enterito.

Si quieres seguir indagando en el maravilloso mundo de las mujeres lesbianas no te pierdas la segunda parte: ¿Y tú, cuándo descubriste que eras lesbiana?



lunes, 15 de abril de 2013

Teórica feminista ¿de verdad la llevas a la práctica?

"Bueno, yo les propongo que si lo que quieren es evitar
el acoso callejero de los hombres en la calle, lo que tienen
que hacer es salir vestidas con unos
vaqueros, una camiseta y unos tenis. Es decir, lo más masculinas posible.
¡Ya verán como así no les piropean!".


Y con esta afirmación, estúpida a la vez que lapidaria, terminó el taller sobre feminismo y autodefensa al que acudí este fin de semana. Estupor, estupor, estupor...

Pero bueno, empecemos por el principio y las matizaciones pertinentes. Para comenzar lo que quiero dejar bien claro es que jamás, nunca y bajo ningún concepto mi intención es hacer una crítica al feminismo, sus pretensiones, sus objetivos, ¡JAMÁS! Simplemente, quiero demostrar con este pequeño texto que cuando una, por sus propias capacidades, se ha convertida en referente feminista, tiene que llevar a cabo un estilo de vida acorde con aquello de lo que es abanderada y que sus palabras, fundamentalmente en contextos en los que las mujeres van a "impregnarse" de sus conocimientos, deben estar bien medidas, pues no todo vale.

¿A qué viene esto?, puede que se estén preguntando, pues al regusto amargo -y de bastante ira, no vamos a negarlo- que me dejó un taller al que acudí el fin de semana y que impartía una reconocida feminista de las redes sociales. Debo confesar que si el taller lo hubiera impartido otra persona me hubiera planteado la posibilidad de ir, pero era gran seguidora de quién impartía la jornada y allí me presenté. Ahorraré el resumen y las valoraciones de las dinámicas realizadas e iré directamente al meollo de la cuestión. Después de estar cinco horas hablando sobre acoso callejero y cómo afrontarlo, y/o sobre cómo se ha excluido la presencia de las mujeres de los espacios públicos y cómo deberíamos recuperarla... después de dejar claro que nosotras no somos las culpables de los piropos, los hostigamientos, las violaciones así como tampoco somos víctimas pasivas sin posibilidades ni herramientas para hacerle frente, ¿cómo puede alguien cerrar un taller con las declaraciones con las que comienza este artículo y echarlo todo por tierra? Es que no se me ocurre nada más fácil que el clásico "no nos eduquen a nosotras para no ser violadas, eduquen a los hombres para que no violen". ¡Que sí!, que resulta complicado desmontar todas aquellas ideas patriarcales que nos han metido en la cabeza desde antes de nacer, ¡que claro!, que resulta controvertido y desagradable identificar que aquello sobre las mujeres que damos por algo natural, no lo es, ¡qué por su puesto! que existen todo tipo de mecanismos ocultos para hacer que centremos nuestro foco de atención en las víctimas y no en los culpables, ¡pero no!, eso no se le puede pasar por alto a alguien que es un referente para el resto y, mucho menos, si gana dinero en nombre del feminismo.

El movimiento feminista a nivel teórico podríamos decir que está claro, -a pesar de los continuos y frustrantes debates-, y los objetivos a alcanzar son igualmente conocidos: igualdad, libertad, justicia social... vamos, que nos devuelvan a las mujeres lo que nos corresponde: derechos, reconocimiento, presencia en los espacios públicos, presencia en los espacios de poder y toma de decisiones, revalorización de todo lo considerado "femenino"... Sin embargo, ¡qué difícil es llevarlo a la práctica!

El ejército de los saris rosas. India. Liderado por Sampat Pal.
Cualquier persona, -aquí generalizo sin pudor-, puede acceder a material feminista: textos, libros, multitud de páginas webs, proyectos de todo tipo... y puede ser más o menos "seguidora" de determinada teórica, filósofa... o lo que nos de la gana. Es decir, la teoría es "fácilmente" accesible, a pesar de que algunas autoras decidan teorízar en términos que ni ellas mismas podrían llegar a comprender y a las que yo pregunto ¿de verdad es necesario hacerlo en esos términos? ¿Son ustedes conscientes de que si pretendemos que el feminismo lo impregne todo, pero todo, todo, no pueden ustedes dirigirse a "las menos versadas" en esos términos? ¿O es que a través de sus textos nos pretenden demostrar que ustedes son más feministas que la media por haber tenido la posibilidad de ir a la universidades, realizar tesis y cátedras... y las demás debemos seguir siendo fieles esbirras de sus teorías todopoderosas? Es más, ¿realmente creen que haber tenido o tener la posibilidad de realizar un máster universitario en teorías feministas y demás... las convierte en feministas con pedigree? Me hago estas cuestiones a diario, no como crítica a ninguna persona en concreto sino a la manera de hacer las cosas. Yo también quiero saber, yo también quiero conocer... pero parece que tienen un interés especial en ponérnoslo difícil, en lo que a teoría respecta.

Ahora bien, ¿y qué pasa en la práctica? ¿Qué pasa a la hora de llevar un estilo de vida fiel a los principios del feminismo cuando todo lo que nos rodea parece que nos empuja a desistir de nuestras pretensiones? Es difícil, lo sé. Ya en el artículo "Las gafas violetas: contradicciones y sorpresas", intentaba dejar claro los sentimientos encontrados que nos asaltan cuando una decide afrentar el mundo con una visión feminista. Pero no es necesario haber leído "El segundo Sexo" para saber que si voy en un trasporte público y un tío me acosa, no sólo yo no soy la culpable sino que puedo hacerle frente. Y tampoco necesito ser Olympe de Gouges para saber que aunque un juez diga que que tu ex-novio te pegue no es violencia de género, sí lo es.

A veces llego a pensar que determinadas "abanderadas" del feminismo -por llamarlas de alguna manera- sienten una necesidad un tanto narcisista de hablar, de escribir, de publicar, que parece que no tienen vida, que no salen a la calle y que no son conscientes de las mierdas que a diario nos pasan al resto de las mujeres: desde el gilipollas que te acosa con el coche porque ha visto que eres una mujer al volante, hasta el alcalde descerebrado, que se supone que representa la justicia de un municipio, pero se le llena la boca dejando claro que el lugar de la mujer es "el hogar"... 

¿Y por qué me veo con la autoridad de decir esto? Pues por dos razones fundamentales. La primera, y más básica, es que este es mi blog y aquí canalizo mis ganas de repartir hostias cuando salgo a la calle a más de un niñato de medio pelo cuya única alternativa en la vida debería ser la muerte. Y, en segundo lugar, se lo dedico a la autora del blog Sexo: confesiones de una pervertida, porque ella sí es un claro ejemplo de lo que consiste en aplicar sus ideales en su manera de vivir y no necesita estar constantemente diciéndole a los demás lo que deben o no hacer. Porque sabe que su elección, aunque dura y llena de obstáculos, es la correcta. Y porque sabe lo que supone haber decidido vivir al margen de un sistema del que ha obtenido pocos o ningún beneficio y, al mismo tiempo, disfruta del poder y el bienestar que sus decisiones le otorgan. 


martes, 2 de abril de 2013

Menú violeta nº3: #PaternidadCorresponsable

La búsqueda del padre igualitario.

Llegó marzo y con él, la tercera causa de la campaña “12 causas feministas para un 2013 menos machista". Si en enero tratamos "la violencia simbólica" y en febrero "el amor romántico", este mes, con motivo de la celebración del "Día del Padre" el menú violeta se centrará en "la paternidad corresponsable".

La paternidad, según la RAE, en su primera acepción es “cualidad de padre”. Para profundizar un poco más, buscamos el concepto padre y lo define como “varón o macho que ha engendrado”, “varón o macho respecto de sus hijos”, “cabeza de una descendencia, familia o pueblo” y, mi favorita, “macho en el ganado destinado a la procreación”. Vamos, que si nos guiamos por las características que debe tener un padre y/o las funciones que debe desempeñar vemos que, según la RAE, se limita a tres conceptos fundamentales: semen, procreación y poder. Al estilo de crímenes imperfectos en su versión “poder, privilegio y justicia”… en fin.

Por otro lado, si buscamos en  la misma fuente el concepto “corresponsable” lo define como “que comparte la responsabilidad con otro u otros”. Muy buena definición, lástima que no incluya al género femenino o que, simplemente, diga que comparte la responsabilidad con otras “personas”. Pero bueno, es la RAE, nido de misoginia y machismo del más recalcitrante.

Dicho lo cual y viendo que la RAE es menos fiable que un antidisturbios que, porra en mano y a cara cubierta, te facilita su número de identificación en plena concentración de “Rodea el Congreso” debemos plantearnos las cuestiones, tanto de la paternidad como de la maternidad, basándonos en teorías explicativas que tengan en cuenta la perspectiva de género, la construcción cultural del género y los roles y estereotipos sociales que se asocian a cada una de ellas.

De manera muy general se puede decir que nuestra cultura “familiar-tradicional-heterosexual-patriarcal” se sustenta en una “dicotomía” en la que en un polo se situarían los roles propios de los hombres-padres y, en el polo opuesto, los roles propios de las mujeres-madres. A ellos, además de poner el semen, se les asocia el papel de “cabeza de familia” es decir, que ostenta la autoridad en la familia, es el que establece las normas y se encarga de su cumplimiento pero, además se le añade la responsabilidad de encargarse del rol productivo, esto es, salir a trabajar y traer “la pasta” para mantener a la prole. En el otro extremo se situarían las mujeres, cuyas tareas serían las “complementarias”: la parte privada de la familia, el trabajo doméstico, el cuidado de las/os hijas/os u otros miembros de la familia, etc.

#19 de marzo. Por las Paternidades (Co)responsables. Entregrietas.

Afortunadamente, los tiempos cambian, los contextos socio-culturales son diferentes y tanto hombres como mujeres se han dado cuenta que ese sistema “complementario”, que en teoría debía encajar con la precisión de un reloj suizo, ¡no sirve! Y, más que probablemente, nunca ha sido ni útil ni beneficioso para ninguna de las partes.  El acceso de las mujeres a la educación, su incorporación al mercado de trabajo… (no explico en qué condiciones que eso sería para otro post) y/o la actual “coyuntura económica”, es decir, la estafa en la que nos ha metido cierta gentuza, han hecho replantearse los esquemas establecidos.

Las mujeres, en primer lugar –a través de las reivindicaciones feministas- y, desde hace algunas décadas, una cantidad considerable de hombres se han propuesto la reformulación de esos roles sociales que como padre y o madre les venían impuesto por la arbitrariedad cultural. Así, como ejemplo más básico, podemos mencionar “el reparto de las tareas domésticas” teniendo en cuenta que en la mayoría de las parejas -heterosexuales- ambos progenitores se dedican al trabajo fuera del hogar, por lo que la complementación en limpieza y comida es fundamental para el buen funcionamiento.

Pero, el ejemplo para hablar de paternidad corresponsable se basa en la implicación de los padres en las tareas de cuidado de las/os hijas/os. Una vez superado esa absurda presión social a la que decían sentirse sometidos, es decir, una vez que están abiertos a la experiencia de mostrarse cariñosos con sus hijas/os, empáticos, ayudarles en las resolución de conflictos cotidianos, participar con ellos en la realización de sus tareas de colegio… han entendido que esto no sólo les está permitiendo disfrutar de nuevas experiencias personales y/o familiares, sino que han podido aprender nuevas formas de relacionarse y comunicarse con los demás. Todo lo cual, además de reportarle beneficios a ellos mismos les proporciona un bienestar de incalculable valor así como unas pautas educativas adecuadas a sus hijas/os que, si nada lo impiden, podrán irse reproduciendo en las siguientes generaciones, independientemente del tipo de familia y/o del estilo de vida que decidan vivir. Porque, si se han ido reproduciendo los patrones culturales heteropatriarcales de generación en generación, ¿por qué no puede suceder lo mismo con la paternidad corresponsable?

Hecha la explicación viene el matiz. Desde mi punto de vista el uso del concepto “paternidad co-responsable” debe ser temporal y transitorio y el objetivo final debe ser que interioricemos los valores que implica el concepto de “padre responsable” o “padre igualitario”, sin necesidad de edulcorar las palabras con prefijos que hagan una distinción entre las funciones y responsabilidades a desempeñar por el padre de las de la madre.

Enlaces de interés.